18/6/20

Las cianotipias de Anna Atkins: la belleza que conjugan el arte y la ciencia


Anna Atkins (1799–1871), Dictyota dichotoma, in the young state & in fruit,
from Part XI of Photographs of British Algae:
Cyanotype Impressions, 1849-1850, cyanotype.


Portrait of Anna Atkins, ca. 1862
Anna Atkins (Tonbridge, Kent, 1799-1871) fue una botánica inglesa, fotógrafa, y la primera persona en publicar un libro ilustrado exclusivamente con imágenes fotográficas. Considerada entonces como la primera mujer fotógrafa, título que aún se disputa con Constance Talbot esposa de uno de los padres fundadores de la fotografía, Henry Fox Talbot; fue hija de un minerólogo y zoólogo: John George Children, quien fue director del departamento de Historia Natural del Museo Británico y alentó en su hija la curiosidad por el maravilloso mundo de la botánica. Atkins, además de llevar en sus venas la pasión de su padre, también tenía una afinidad más próxima con el arte, conjugándola con la ciencia a través de las formas propias de la botánica, delicadas pero precisas, vistas a través los ojos de una mujer creadora; así, comenzó a experimentar con los nuevos procesos fotográficos que estaban siendo desarrollados en el ambiente científico de la Inglaterra victoriana. 

Su técnica fue la cianotipia, el proceso fotográfico monocromo que daba como resultado una copia con un característico color prusia o cian, inventado por John Herschel en 1842 quien siendo amigo de su padre, facilitó el acceso de Anna a esta innovadora técnica que le ayudaría a hacer copias de su colección de plantas sin necesidad de utilizar la cámara. "La obra de Atkins no solo evidencia su pasión por la naturaleza, la ciencia y el dibujo, sino que va mucho más allá de la mera ilustración científica, en lo que se refiere a su cuidada estética y habilidad técnica. La disposición de las algas, los helechos y las plantas en flor sobre el característico fondo azul de los cianotipos resulta tan etérea como minuciosa en sus detalles; el arte se funde con el rigor científico", escribe Gloria Maclennan para El País

Anna Atkins (1799–1871), Alaria esculenta, from Part XII 
of Photographs of British Algae: Cyanotype 
Impressions, 1849-1850, cyanotype
Al igual que otras mujeres creadoras, Anna Atkins ha tenido que esperar siglos para que se le reconozca su trabajo; no obstante, hoy en día se le ha considerado como una de las figuras más importantes dentro de los discursos científicos y fotográficos que están relacionados con los estudios sobre la botánica. En el año 2019 la librería pública de Nueva York ha realizado una gran exposición con las mejores y más bellas producciones de esta pionera de la fotografía científica. "La muestra centra fundamentalmente su interés en la publicación de Photographs of British Algae y en los experimentos de la fotógrafa autodidacta en colaboración con su amiga Anne Dixon (prima segunda de la escritora Jane Austen), entre los cuales destaca Cyanotypes of British and Foreign Ferns. Reúne también su correspondencia, sus acuarelas y otro tipo de material de archivo". 

Como dato necesario de subrayar, The Pencil of Nature, la obra de Henry Fox Talbot (cuya primera parte fue publicada meses después de que apareciese Photographs of British Algae), figuraba como el primer libro ilustrado con fotografías. “Fueron colegas, nunca competidores. Atkins regaló a Talbot una serie parcial de British Algae, y Talbot correspondió enviándole una de las partes de Pencil”, lee uno de los textos que acompaña a las obras. “Las dos publicaciones históricas eran de hecho muy distintas en su alcance, propósito y realización”. Pencil había sido ideado con un fin comercial, como un prospecto o anuncio de su invento: el calotipo. Debido a problemas de producción, tuvo que abandonar el proyecto después de los seis primeros fascículos. Por el contrario, el propósito de Atkins era hacer algo útil para la ciencia, consciente de que algunas de las plantas eran “tan diminutas que resulta muy difícil hacer dibujos precisos de ellas”, tal y como escribía en su correspondencia. 

Úrsula Ochoa, Recordando a Anna Atkins
Acuarela y guache, 2020.
Además de su obra fotográfica, Anna Atkins fue una maravillosa escritora, dejando como legado  varios libros, entre los que podemos mencionar: The perils of fashion (1852), The Colonel. A story of fashionable life (1853), que se puede obtener libremente en Internet, Memoir of J.C. Children, including some unpublished poetry by his father and himself (1853), Murder will out. A story of real life (1859) y A page from the peerage (1863).

Un giro contemporáneo:
La cianotipia como medio artístico, si bien un tanto olvidado, aparece actualmente de forma inspiradora en las propuestas de las fotógrafas Bárbara Ciurej y Lindsay Lochman, quienes integran además los procesos tecnológicos digitales dando a este medio un refrescante nuevo acabado. 
“La historia natural” es una serie en la cual las formas vegetales revelan, ocultan y se integran con retratos de mujeres en sus años de madurez. “Hemos creado estas imágenes en nuestros jardines, observar, estudiar y comprender el orden natural de las cosas”. 

Las flores comparten con las figuras femeninas, esa característica de haber sido utilizadas simbólicamente en la literatura, la religión y la mitología como las conexiones a los misterios del nacimiento, la muerte y la regeneración. La superposición de los retratos con flores reconecta y evoca estas historias proporcionando un contexto para considerar la madurez en una cultura preocupada por la preservación de la juventud, especialmente en las mujeres.

 Barbara Ciurej & Lindsay Lochman: The States Project: Wisconsin ...  

Las mujeres que aparecen en las imágenes son amigas, familiares y mentoras. Sus poses referencia bustos romanos que honran linaje y expresan la autoridad y la dignidad de sus súbditos. Las formas botánicas y los rasgos humanos aglutinan en cada imagen la sombra y la luz en un flujo continuo, lo material y lo inmaterial se mezclan en jardines de infinitas conexiones.

Origen...Y la pregunta por la energía femenina.

Úrsula Ochoa. De la serie Origen 2016-19. Collage digital.

Hubo un tiempo en el que las mujeres fueron el centro del universo; o por lo menos, así lo aseguran las primeras tablillas pertenecientes al milenio séptimo a.C. que fueron descubiertas principalmente en Kotal Heyuk, en Anatolia, por el profesor J. Malart. Son miles de documentos hechos de arcilla grabados con escritura cuneiforme. Estas figuras demuestran que la adoración de la diosa madre ha sido una de las más antiguas creencias a lo largo de la historia, mucho antes de la aparición del politeísmo, y, por lo tanto, anterior a la figura de un dios masculino. 
La arqueología ha demostrado que fueron las mujeres quienes esencialmente inventaron la agricultura, la cual representó un gran paso en el progreso de la civilización. La comunidad neolítica, hombres y mujeres, honraban a la mujer y tenía numerosas deidades femeninas.
En una de aquellas tablillas (actualmente guardada en el Museo de la Universidad de Teheran-Iran) se puede leer que los sumerios creían que el universo estaba bajo el poder de un grupo de dioses femeninos de aspecto humano y natural con poderes sobrenaturales. La mitología sumeria ha sido la principal fuente suministradora de los mitos y relatos aparecidos en los textos sagrados de las tres grandes religiones monoteístas de la humanidad: el judaísmo, el cristianismo y el Islam.
En la religión sumeria, Namu, la diosa madre-suprema, es decir, el principio femenino de la creación, es un ente hermafrodita sin que ningún compañero masculino colaborase con ella en la creación del universo. Según la mitología mesopotámica, Innana, “La gran diosa madre” preocupada por la felicidad de su pueblo, se dirige sola hacia las tierras del dios de la sabiduría para conseguir herramientas con las cuales, hacer prosperar su país. Cansada de su viaje, Innana se duerme bajo un manzano y es violada por un mortal que cae ante su inigualable belleza. Tras ser ultrajada Innana es enviada por su esposo Domuzi al mundo subterráneo, un lugar alejado de la gloria de los dioses, ruin para una mujer divina, un viaje sin retorno que la condena no solo a vivir entre mortales, sino a conocer la muerte. La razón es que el dios quiere gobernar en solitario y siente que la presencia de la diosa le quita poder. En la versión semítica por ejemplo, la tentación, el placer, la manzana en boca de la mujer, implicará la pérdida del paraíso y la pérdida de la inmortalidad, ella será culpable del fin de la gracia. Así nace el rechazo a la mujer y a su sexualidad.

Por otra parte, los hebreos crearon al dios-masculino para anunciar la muerte de las diosas-madres en el cielo, inventando una mujer perversa y diabólica culpable, que también les negará un lugar en la Tierra. Su condena alcanzaba todos los rincones de su existencia y no tardaron en elaborar unos mandamientos absurdos y repletos de órdenes y sentencias contra la mujer.
El único poder que logró conservar la mujer frente a la condena de los hombres, fue su capacidad de dar vida, quizá porque su capacidad reproductora es tan evidente y necesaria para la especie que no se le puede arrebatar. Por otra parte, los hombres proceden inevitablemente de sus ovarios y si las condenaban del todo terminaban ensuciando sus propios orígenes.
En un intento de suavizar su maldición, el cristianismo asignó a María, una figura que aunque sumisa, estaba un grado arriba al de los mortales (aunque no la hacía divina), si le concedieron la “santidad”; al fin y al cabo era la madre de “Dios”, el hombre.

Aun así, esta religión fortaleció la masculinidad del "Dios" creando el mito de la Santísima Trinidad, un círculo solo montado por hombres (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Ella no era ni diosa, ni hija de dioses, ni el Espíritu Santo, sino solo una mujer, superior eso sí, pero solo una mujer cuyo único mérito consistía en traer al mundo al hijo de Dios, sin placer, sin deseo, sin voluntad (la inseminación venía del cielo, anunciado por un ángel asexuado). En eso consistía ser la madre de Dios (ni tan siquiera la esposa).

Una vez que los cristianos otorgaron esas virtudes femeninas a María, inventaron su contrapunto. Una mujer llamada Lilith, la mujer que niega sus ovarios, que desea a los hombres y no tiene hijos, la que tiene iniciativas y se moja y se mueve y sale del lugar establecido por los hombres. Por todo ello se convertirá en una bruja, perfecta representación del demonio, por quien estaba poseída. Así fue cómo los cristianos ofrecieron dos únicos caminos a las mujeres: o el de María (una santidad sin deseo, sin voluntad) o el del Lilith. En las religiones politeístas, para imponer el poder masculino sobre el de la mujer-diosa se transformó a lo femenino en un símil de lo oscuro y lo maligno.

Ellos, los hombres, siempre representarían el poder bondadoso y ellas el destructor. 

Las cianotipias de Anna Atkins: la belleza que conjugan el arte y la ciencia

Anna Atkins (1799–1871), Dictyota dichotoma, in the young state & in fruit , from Part XI of Photographs of British Algae: Cyanotype...