6/6/17

La parábola de la lechuza y el ave fénix



«Mediante lo que él consideraba como información confidencial, un primer ministro sospechaba que Chuang Tse, discípulo de Lao Tse, codiciaba su cargo y estaba conspirando para suplantarlo. Cuando Chuang Tse visitó su región, el primer ministro le advirtió a la policía que le buscara y lo apresara, pero, aunque estuvieron más de tres días y tres noches buscándolo, no pudieron encontrarlo. Mientras tanto, Chuang Tse se presentó ante el primer ministro por su propia iniciativa y le dijo:

“¿Has oído sobre el pájaro que vive en el sur, el fénix que nunca envejece? Este fénix inmortal surge del mar del sur y vuela hacia el mar del norte sin posarse nunca, excepto sobre ciertos árboles sagrados. No prueba la comida, excepto los más exquisitos y raros frutos, y bebe solo de las fuentes más claras. Una vez, una lechuza, masticando una rata muerta medio podrida vio al fénix sobrevolarla; levantando la vista, emitió un chillido alarmada estrechando la rata contra sí presa del miedo y la consternación. ¿Primer ministro, por qué os enfurecéis tanto, agarrándose a vuestro cargo aullándome consternado?”»

Primero debemos entender que nuestros deseos son el modelo de lo todo lo demás; sentirnos en peligro sobre otra persona y por ello buscar la manera de sabotearla solo significa que nosotros mismos hemos logrado alcanzar una posición a costa de la cabeza de los otros, y, por tanto, sentimos terror de que de la misma forma vuele nuestra cabeza. ¿Por qué te asustas? ¿Por qué aúllas tanto?
En el mundo casi todos piensan como políticos y los políticos siempre piensan en términos de complots, de conspiraciones y de suplantaciones de cargos, de “prestigios” de “famas” y de “estatus”. Y esto sucede porque es lo que han estado haciendo durante toda su vida, no tienen nada más. En el mundo casi todos somos conspiradores, ese es nuestro lenguaje, lo manifestamos cuando menos lo creemos y miramos a los demás a través de nuestra mente; proyectamos en los otros las cosas podridas que están escondidas en lo más hondo de nuestro ser.“(…) Una vez, una lechuza, masticando una rata muerta medio podrida, vio al fénix sobrevolarla; levantando la vista emitió un chillido alarmada estrechando la rata contra sí, presa del miedo y la consternación”. Chuang Tse está diciendo “yo soy el fénix; tu solo una lechuza con una rata medio muerta y te espantas de que venga a suplantarte; tu puesto, tu poder, no son más que una rata muerta para mí”: no es mi clase de alimento, esa ambición no es el camino para la vida, le sirve solo a aquellos que están muertos. He mirado dentro de la ambición que se abre paso a costa de los otros y la he encontrado inútil. Cuando tus ojos solo están llenos de codicia, solo puedes ver ratas muertas.
Si en el mundo te conviertes en una lechuza, solo podrás ver ratas muertas y solo te alimentarás de ellas. Puedes permanecer como una lechuza, aferrada a tus mentiras, a tu “prestigio” a tu cargo, y esto es la desgracia porque en tu profundidad se esconde el fénix y te estás comportando como una lechuza que come ratas muertas; de ahí el descontento, la envidia, la competencia y la necesidad de destruir a los demás. Por eso nunca te puedes sentir a gusto con lo que haces, por eso nunca te sientes dichoso.
¿Cómo puede un fénix sentirse dichoso comiendo rata muerta? Tu fénix se hace oír, pero tu lechuza es mucho más ruidosa. Tu fénix no puede ser oído porque su voz es mucho más sutil y silenciosa, no agresiva; la lechuza sí lo es. El fénix te dice: ¿Qué estás haciendo? Esto no es para ti, ¿de qué te estás alimentando? Esto no es para ti. Pero tu lechuza es mucho más ruidosa y le has creído tanto tiempo que sigues tras ella como hábito; se ha convertido en un hábito muerto; simplemente lo sigues porque es la línea de menos resistencia, el sendero está ahí y sigues trazando los mismos círculos, los mismos deseos, los mismos afanes, las mismas ambiciones y, si vez a un bello fénix al que no le interesa tu rata muerta, entonces chillas y te consternas.
Con razón vives angustiado, con razón casi todo en el mundo vive en una pesadilla.

Deja que el fénix se haga valer. Escúchalo, es apenas una vocecita, y entonces verás que has estado comiendo ratas muertas por muchos años.

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