20/3/16

Vivencias: En memoria del maestro Gabriel Restrepo Montoya


Existe una virtud especial que poseen algunas personas que uno llega a conocer en la vida. Es una virtud que reside en la sabiduría que inspira respeto y la que la irradian solo algunas almas que caminan el sendero del arte como la vida, sin el ruido estridente que trae la carrera desmedida por la el prestigio o la fama, si no, con el ánimo lleno de satisfacción al haber transitado plácidamente con todo lo que su obra les pudo ofrendar. 

El artista Gabriel Humberto Restrepo Montoya, (“Gabo”), un envigadeño cuya filosofía era “la libertad sin fronteras”; fue un maestro que inculcó en sus estudiantes la paciencia y la constancia que el arte, ese que ya no encontramos mucho por estos días, debe tener para alcanzar un estado más elevado del que le provee ser un objeto hábilmente elaborado. El oficio y, ante todo, el amor por lo que se hace, fue para él la base de una verdadera obra de arte.  Y no lo decía nunca en un sentido anacrónico, como se suele llamar a los artistas que aún creen en una buena técnica, pues siempre tuvo presente los cambios históricos de un arte ante el cual era difícil oponerse y no había por qué irritarse, pero con el cual tampoco debíamos conformaros.

El 2 de febrero en la Sala de Exposiciones Concejo de Itagüí “Ligia Pimienta Estrada” se inauguró la exposición “VIVENCIAS” un merecido homenaje donde se reunieron 12 dibujos de libreta y apuntes, 7 bastones tallados que hacen parte de su colección de 75, 17 esculturas en diversos materiales, así como herramientas de trabajo. Camilo Restrepo Zapata su hijo y curador de la muestra explica: “He seleccionado las piezas con en el interés de mostrar el proceso de creación del maestro desde un boceto, pasando a la maqueta y realización de obra con un enfoque netamente escultórico” “Gabo siempre fue un personaje incógnito, nunca le gusto exhibir sus obras ​en vida, solo llevó a cabo una exposición, pues pensaba que sus creaciones eran para su contemplar”. 
Cada una de estas obras tienen las huellas del tiempo, de saberes y pensamientos que el maestro generosamente transmitía en sus clases en la Escuela de Artes Eladio Vélez y en el Instituto de Bellas Artes (actualmente la FUBA) donde enseñó diversas técnicas por más de 35 años, pero, sobre todo, donde nos aleccionó sobre lo que era tener verdadera humanidad, algo importante para ser mejores artistas, tanto como mejores personas.

Quienes lo conocieron recuerdan sus palabras pausadas, su voz firme y siempre sin falla, una frase certera “El buen arte necesita un ingrediente principal: paciencia” decía, y luego de una pausa terminaba con un poco más de humor “O sea tener Ta-lento, que no es otra cosa que hacer las cosas con lentitud” y luego sonreía. La disciplina era fundamental para él a pesar de que fue un rebelde, decía que cuando un artista se sienta a trabajar, tiene que ser a trabajar: “He sido muy concentrado en mi trabajo… Mi obra es como una autobiografía porque todo lo que hago es un reflejo de lo que veo, lo que pienso y lo que soy” me explicaba en una ocasión cuando le pregunté sobre uno de sus bastones que tallaba con marcado estoicismo.

Sin embargo, el amor que tuvo al arte no fue un talismán para que su salud no se viera afectada, y es que era terco, nunca se protegía de los materiales con los que trabajaba porque tenía la idea de que el material y el artista debían “compaginar en serio” “nada de guantes ni esas tontadas, uno no hace las cosas con miedo, uno no tiene miedo de los materiales” afirmaba mientras amasaba el barro para preparar la clase.

“Gabo” siempre supo que morir por lo que uno ama, es la mejor forma de hacerlo, pues nunca sintió la partida como un suplicio, si no, como una inspiración.


Texto escrito para el Periódico El Mundo, en Palabra y Obra. En Memoria del maestro, 12 de febrero del 2016. 


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