14/8/14

LA DECISIÓN DE ESCRIBIR




En  un tiempo pasado, me angustiaba la idea de pensar que el medio artístico era un monstruo devorador de almas ingenuas que las convertía en seres envidiosos, antiéticos, materialistas, arribistas, y corruptos. Crecí un poco más y el miedo fue totalmente superado sobre todo porque ahora tengo la certeza de que todo esto es cierto. Por fortuna, no todos los que integran el sistema del arte tienen este perfil infame. Te puedes encontrar con personas sabias, interesantes, coherentes, y de buena voluntad, que se interesan por ayudar a los artistas más jóvenes sin necesidad de pedir algo a cambio. Yo me he topado con esta clase de personas y me puedo considerar afortunada.
Sin embargo, mirar al monstruo a los ojos y hacerlo sin temor, no es una tarea fácil. En repetidas ocasiones estamos tan indefensos y nos sentimos tan a la deriva de la incertidumbre del éxito y la certidumbre más próxima del fracaso, que por este mismo terror, algunos de mis colegas han tomado la decisión de desistir. Se alejan del medio artístico, reniegan contra el arte, hablan de la rosca, de la mafia, de las leyes del silencio, de las conveniencias, de las poses esnobistas, del materialismo, de los que se creen sabios, de los docentes mediocres, de los premios injustificados, de la poca valoración al esfuerzo, de la malsana manifestación de compincherías, de los localismo, de preferir los títulos sobre el talento, de la crítica hasta sobre lo que vistes en una exposición... y todos esos vicios que no hacen otra cosa que alimentar al monstruo que nos atrapa. Mis colegas tienen razón, es abominable. 
Pero también, hay algo tan especialmente mágico en el arte separándole de todo lo que pasa a su alrededor, y no es otra cosa que la virtud del intelecto, de la creatividad y del espíritu trabajando conjuntamente, y que sin duda, sigue siendo la manifestación de la capacidad del hombre para crear, diseñar, interpretar y construir el propio mundo. El arte es como un alimento para el impulso creativo de los artistas y es cuando éstos se comprometen verdaderamente,  es cuando pueden surgir las verdaderas obras de arte. No las otras, esas pseudo-creaciones superfluas y banales hechas solo para aparentar y figurar.

Decidí escribir porque creo en el arte, y creo que vale la pena tomársela en serio. Para mí  no es un hobby, ni una actividad insustancial; el arte y todo su sistema, sus agentes, teorías, y  manifestaciones, constituyen toda mi forma de vida y pernean mi manera de ver, de sentir y de ser. 
Quienes escribimos sobre arte, entendemos que es una necesidad que aflora cada vez que hay algo que nos inquieta; y la manera de exorcizar todos esos demonios que rodean este mundo, en mi caso, es escribiéndolos, nombrándolos, llamando a las cosas por su nombre, tal cual son, sin temor a los desdenes de los más falsos, dejando las verdades fijas en el papel, en la pantalla y en la memoria.

William Kentridge. Exposición “Fortuna” MAMM

¿Qué pasa en nuestro contexto con la escritura sobre arte?

Pasa que es un género dividido entre la acartonada academia, donde quienes escriben son historiadores, antropólogos, sociólogos, filósofos, críticos de arte que son historiadores, antropólogos, sociólogos o filósofos y generalmente son texto de encargo para catálogos, revistas especializadas o libros que poco acceso tienen para las personas del común, es decir para el público que no es especializado; y del otro lado, se mueve entre aquello que algunos llaman “periodismo cultural” donde quienes escriben son periodistas que generalmente graban las barbaridades que dijo el artista de manera descuidada, y transcriben el texto sin ninguna clase de criterio o seriedad analítica alguna. Estos textos aparecen cada día en los periódicos y en ocasiones son vergonzosos de leer. Comúnmente contienen errores de fechas, nombres, datos, etc., y lo más preocupante es que les pagan por ello. Sin embargo, también existen por fortuna algunos textos periodísticos mucho más serios y con un nivel crítico más elevado.

Lo cierto es, que en mi caso, ni soy periodista de formación (no sé si sirva un diplomado), ni soy historiadora, ni soy filósofa, ni esteta (aún). Soy una persona que se apasiona por escribir sobre arte con la sinceridad de alguien que ha tomado pentotal. Generalmente, mis publicaciones son para revistas que apenas inician su camino o revistas universitarias, porque siempre me encuentro ante un problema de “rol” y de actitud con quienes leen mis textos, así que mantengo algunas reglas estructurales que aplico siempre al momento de escribir:

-Intento dejar de lado los juicios totalitarios acerca de lo que SI es o NO es arte y prefiero dejar una pregunta abierta. 


-No me distraigo en lo buena persona que es el artista de quien escribo (la falacia biografista), no me dejo manipular por el miedo a los enemigos y menos jerarquizo mis textos de acuerdo al grado de amistad que conmigo puedan tener.



-No escribo de nadie que no me interese (para bien o para mal) su trabajo.

-Procuro no manejar la ley del silencio para protegerme de los miramientos y los detractores.

-Suelo escribir sobre lo que realmente me mueva a hacerlo, nunca escribo un texto forzado por la imposición del alguien más.

-Nunca pienso escribir bien acerca del trabajo de un amigo, a menos que este en verdad lo merezca. Tampoco pienso escribir algo negativo sobre alguien por el hecho de que este no sea mi amigo o tengamos algún problema personal. Lo personal no entra en mis textos y eso debe ser la regla principal de quienes me leen.

-No escribo sobre personas, es decir, nunca nada es personal, yo escribo sobre arte. Lo que se identifica como “persona” es el EGO. 

-Intento manejar un lenguaje muy próximo a todos, por lo cual trato de dejar citas a: Deleuze, Baudrillard, Lyotard, Lacan, Foucault, Vattimo, Derrida, Lipovetsky, Durkheim o Bourdieu, aunque en ocasiones las siento necesarias.

-No me interesa mucho eso que algunos llaman “Política institucional” porque suelo ser "políticamente incorrecta", ya que es la única forma, de en realidad, ser correctos.

-Suelo evitar adular, porque suelo evitar la hipocresía.

Y finalmente, escribo porque me siento completa, porque me es necesario intelectualmente y porque es la única manera de superar ese letargo tan característico en nuestro contexto que solo valora a la luz de las conveniencias y casi nunca valora a la luz de la verdad.



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Anna Atkins (1799–1871), Dictyota dichotoma, in the young state & in fruit , from Part XI of Photographs of British Algae: Cyanotype...